1/05/2011

Sandra Chaher
Periodista especializada en temas de género.
compartido por. Viviana Caminos

Para las mujeres, el enemigo está en casa

Cuatro mujeres fueron asesinadas con un arma blanca en la madrugada del domingo en el barrio La Loma, de La Plata. Eran madre, hija y nieta, además de una amiga de la hija. Fue detenido hasta el momento como sospechoso un hombre de 27 años que mantenía una relación sentimental con la hija. Si se confirma que fue el autor de la masacre, estaremos ante un nuevo caso de feminicidio. Los cuatro asesinatos dispararán las estadísticas de asesinatos de mujeres por razones de género presentadas hace apenas unos días por la Asociación Civil La Casa del Encuentro –en base a los casos relevados por los medios de comunicación– y que ya en lo que va de 2011 habían superado en un 10% los datos de 2010, aunque las personas especializadas coinciden en que no estaríamos frente a más casos de feminicidios sino frente a una mayor difusión de los mismos.

Tanto estas cuatro mujeres como la mayoría de las víctimas de feminicidios son asesinadas en sus hogares y a manos de conocidos, la mayoría de las veces por parejas o ex parejas sentimentales. Según La Casa del Encuentro, en el año 2010, el 63% de los varones feminicidas había tenido algún vínculo emocional con las mujeres, y la Oficina de Violencia Doméstica, dependiente de la Corte Suprema de Justicia, tiene detectado que en el 85% de las denuncias de violencia que se presentan allí el agresor es una pareja o ex pareja sentimental.

¿Qué nos dice esto? Que el lugar más inseguro para las mujeres en las ciudades es su propia casa y no la calle, por más que los alertas de seguridad nos prevengan sin distinción de sexo sobre la necesidad de cuidarnos por sobre todo de robos y asaltos contra la propiedad privada. Para las mujeres, su principal enemigo suele dormir del otro lado de la cama y ataca en el momento menos pensado sin recurrir a las armas habituales. Mientras las alarmas de seguridad nos dicen que podemos ser víctimas de asaltos con armas de fuego, estas son usadas por los feminicidas para asesinar a las mujeres, pero también armas blancas (los cuchillos nunca faltan en las cocinas) como las que se usaron contra las cuatro mujeres de La Loma, y las propias manos cuando no hay arma a mano pero el odio de género se desata.

En el año 2009, el Informe sobre Desarrollo Humano para América Central, realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), decía como una de sus conclusiones principales que “la violencia contra las mujeres es la principal cara escondida de la inseguridad ciudadana en América Central”. Si bien en esa región del continente se concentran los más altos índices de feminicidios del mundo (El Salvador, Guatemala, Honduras, República Dominicana, Panamá, Puerto Rico, México y Costa Rica están entre los países con más cantidad de feminicidios, según las estadísticas del Centro Reina Sofía de España), el alerta sirve para otras sociedades en las cuales la inseguridad específica que vivimos las mujeres aún no fue lo suficientemente visibilizada y abordada como para prevenirla y menos evitarla.

Las políticas públicas de seguridad se concentran en los riesgos que habitan en la calle a manos de desconocidos que atentan contra nuestras posesiones (billeteras, autos, llaves del hogar), sin embargo la mayoría de las mujeres no morimos en estas circunstancias. Podremos perder los bienes, pero no la vida. Los que nos asesinan están mucho más cerca y nadie nos previene de ellos. Según las estadísticas que lleva la Dirección Nacional de Política Criminal, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, el lugar prevalente del asesinato de mujeres y varones es la vía publica (56%); pero si las estadísticas se desglosan y se analiza sólo los asesinatos de mujeres (la mayoría de los cuales son feminicidios, aunque no todos), el lugar prevalente es el domicilio particular (59%).

Hace décadas que el movimiento de mujeres alerta sobre este tipo de violencia específica que sufrimos las mujeres y que la sociedad quiso considerar “privada”, de puertas adentro, donde nadie debería inmiscuirse. Por eso el feminismo adoptó el slogan “lo personal es político”. Porque si no, ¿quién nos protege? Con el argumento del “no te metás” en la vida privada en particular, y en esta sociedad atravesada por la represión en general, las mujeres fuimos y seguimos siendo asesinadas, mientras los medios todavía hablan de “crímenes pasionales”. El mismo diario El Día, de La Plata, en una de las notas de cobertura del cuádruple asesinato dice que desde la investigación se está trabajando con la hipótesis del “asesinato por motivos personales”. Si el rol social y político que nos tocó a las mujeres fue hacernos cargo de la vida privada, ¿eso transforma nuestros asesinatos en privados? Si un hombre es asesinado en su casa por su hermano como producto de una discusión familiar, ¿tiene menos gravedad que si lo mata un ladrón en la calle? ¿La vida se cotiza por el lugar de ocurrencia de la muerte?

Las políticas de seguridad serán incompletas en tanto no incorporen la dimensión de género, y no sólo para prevenir los feminicidios sino la violencia misma que se produce en los hogares y de la que mujeres y niñas y niños somos las víctimas principales. El lugar más inseguro para cualquier mujer es su propia casa, y su principal victimario: su compañero o ex compañero sentimental.

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